Viernes. Tarde de calor. De ese calor agobiante que te hace tomar aire en cada esquina antes de cruzar. Mi muñeca derecha ya me tocó la frente ocho veces desde que salí del trabajo. Seis y media de la tarde. Camino a la parada del colectivo. Se me va uno en la cara, como todos los días y aún así me sigue dando rabia. Lo positivo es que llego primero a la parada. "Puedo sentarme" pienso y eso me hace sonreír. Se acercan unas tantas personas que me secundan. "Ninguna vieja chota" pienso y sonrío de nuevo. "Voy a sentarme". Viene un colectivo que de lejos parece semi-vacío. Me quedo sin pila en el reproductor de música. Puteo en voz alta y una chica de la fila me mira con asco. Toda mi caballerosidad quedó en aquella esquina donde me sequé la transpiración. Subo primero.
"Trucha" Eso me dice el chofer sin mirarme, con más mala onda de la que tengo encima. Busco monedas en mi billetera y no encuentro ni una. Dejo pasar a la chica de antes y sortea con éxito la máquina expendedora de boletos. En un bolsillo del pantalón encuentro monedas y una pila nueva. Definitivamente era mi día. En casa me esperaba un asadito y un fin de semana movido. Y para no ser menos iba a estar todo el viaje de regreso sentado escuchando la radio. Que barato que es alegrarme. Saco el boleto y encaro la búsqueda mientras arranca el colectivo. Lo chueco de mis piernas permite afianzarme al piso del colectivo en movimiento.
Pero el asiento que vi vacío al subir ya no estaba vacío. Lo ocupaba aquella chica de la cola mirándome fijo. La miro con cara de asco. Se coloca los auriculares y cierra los ojos apoyandose en la ventana. "Colorada hija de puta, me cagaste el día!" pienso. El resto de la gente que había subido conmigo ya estaba ubicada en sus respectivas posiciones. Todos copaban ese purgatorio aleatorio que hay en los colectivos llenos. Olfateando a ver quién se baja primero, quién tiene cara de 9 de julio y Marcelo T de Alvear o quién yase dormido esperando que el chofer lo despierte en la terminal. Yo me quedé afianzado al piso, parado en el medio del colectivo todo el viaje, mirando fijo a la colorada, que nunca abrió los ojos, aunque sí tarareaba alguna melodía; cosa que me hizo sentir más provocado. Nunca puse la pila en mi reproductor de música. "Colorada hija de puta! me cagaste el día" le grité antes de bajar. Juro que la vi sonreír.
"Trucha" Eso me dice el chofer sin mirarme, con más mala onda de la que tengo encima. Busco monedas en mi billetera y no encuentro ni una. Dejo pasar a la chica de antes y sortea con éxito la máquina expendedora de boletos. En un bolsillo del pantalón encuentro monedas y una pila nueva. Definitivamente era mi día. En casa me esperaba un asadito y un fin de semana movido. Y para no ser menos iba a estar todo el viaje de regreso sentado escuchando la radio. Que barato que es alegrarme. Saco el boleto y encaro la búsqueda mientras arranca el colectivo. Lo chueco de mis piernas permite afianzarme al piso del colectivo en movimiento.
Pero el asiento que vi vacío al subir ya no estaba vacío. Lo ocupaba aquella chica de la cola mirándome fijo. La miro con cara de asco. Se coloca los auriculares y cierra los ojos apoyandose en la ventana. "Colorada hija de puta, me cagaste el día!" pienso. El resto de la gente que había subido conmigo ya estaba ubicada en sus respectivas posiciones. Todos copaban ese purgatorio aleatorio que hay en los colectivos llenos. Olfateando a ver quién se baja primero, quién tiene cara de 9 de julio y Marcelo T de Alvear o quién yase dormido esperando que el chofer lo despierte en la terminal. Yo me quedé afianzado al piso, parado en el medio del colectivo todo el viaje, mirando fijo a la colorada, que nunca abrió los ojos, aunque sí tarareaba alguna melodía; cosa que me hizo sentir más provocado. Nunca puse la pila en mi reproductor de música. "Colorada hija de puta! me cagaste el día" le grité antes de bajar. Juro que la vi sonreír.
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